jueves, 28 de abril de 2011

Viaje a Suiza

El viaje a Suiza no es largo en si, pero termina por serlo. Llegar a Madrid Barajas es toda una aventura, y aun mayor aventura es el viaje desde el aeropuerto de Géneve hasta Corminboeuf. Pero, a pesar de lo pesado que puede resultar, merece la pena.



Para el mundo, son tan solo cinco días, en cambio para mi cabeza y mi mente son el punto de inflexión de este 2011 y, para ser aun más sincera, de gran parte de mi vida. No son unos cuantos días, son el precedente de una larguísima temporada en el extranjero.



Aeropuerto, vuelo, y toma de contacto:


Las lágrimas caían desconsoladas por mis mejillas, me dolía decir hasta luego. Crucé el control policial aun gimoteando y allí estaba: 20 anos, maletín en mano, espíritu de aventurera y con la vela colgando. Realmente no puedo explicar lo que se me pasaba por la cabeza, porque sencillamente, la entrada de hoy quedaría vacía, pues solo existía silencio y desconcierto.






20:20


Avión. Sentada y abrochada. Teléfono en mano, charla de despedida y hormigueo intenso.


20:45


El avión comenzaba a moverse y con el mis pensamientos; María, partido, sueño, hambre, niños, Suiza, cambios, papis, amigos, cambios, ¡ahhhhhhh! En ese instante el avión levantaba su morro para adentrarse en el cielo. Estaba volando, literalmente.


El vuelo fue cómodo, tranquilo, sin turbulencias, y sin comida; los bocadillos se acabaron al llegar el azafato a mi altura, asique me conformé con 33cl de agua y con 40gr de Pringles®, y todo por el módico precio de 7 francos suizos (6euros).


Dos horas más tarde, estaba montada en un coche, dirección Corminboeuf, con las tripas como leones y con una adorable mujer al lado charlando conmigo como si me conociese de toda la vida. Y entre suceso y suceso llegamos a la conclusión de que el vecino de Ana Belén (la adorable mujer de al lado) es el entrenador Suizo de voleibol que yo misma tuve que interpretar 3 años antes en la ciudad de Toledo.


Definitivamente, con una amplia sonrisa digo: El mundo es un pañuelo.


Todo lo demás del día, realmente sobra, excepto por el pequeño detalle de que las pizzas hechas con champiñón y panceta están de vicio, los niños pequeños pueden sacarte sonrisas amplias aun cuando no te quedan fuerzas, y que la distancia y la soledad hace apreciar cosas tan cotidianas como el abrazo de una persona cercana, en mi caso, por ejemplo, el de mi novia.




Nota mental: Las horas antes al vuelo fueron, extraordinarias y maravillosas.

1 comentario:

  1. :D El mundo es un pañuelo, esos pequeños regalos en forma de casualidad que nos da la vida me encantan. Pasalo genial, esto pinta muy bien, creo que vas a crecer mucho con esta experiencia. Un besazo

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