miércoles, 23 de noviembre de 2011

Vida en Suiza

He perdido la cuenta de los días que llevo aquí. 
Hay veces que me doy cuenta que ha llegado el fin de semana porque duermo una hora más, quizá dos. 

El frío se ha instaurado dominante en la pequeña Suiza.
El hielo es el amigo de todos los despertares, reinando por los pastos, jardines, tejados y coches. 
La temperatura invernal cuando sale el Sol, da tregua. Llegando hasta los ocho de máxima si éste está contento. 

Yo creía que lo iba a pasar mal, para nada. A pesar de que me falta un buen abrigo todavía, no me importa el frío. Ha llegado el punto en el que es algo habitual. He de confesar, que hasta me gusta. 
Se están haciendo de rogar las primeras nevadas de la temporada. Algo extraño para los días que corren en el calendario. 
Pero soy paciente. Mucho. (De vez en cuando) 


Mi vida aquí empieza a tomar forma. 
Los niños son unos soletes, sobretodo el pequeño. Su mamá, le ha enseñado a leer. Es super gracioso escucharle, y yo de vez en cuando me pongo a enseñarlo a escribir. Es maravilloso ver como crecen los enanos.  
La vida en "familia" es estupenda. Y las fondues cuando hace frío ni os cuento. 
Mi francés va viento en popa, puedo mantener una conversación y reírme de cierto tipo de chistes. 
Ya no me da miedo salir a la calle y preguntar, o que me pregunten. Me siento bien. 
Pero como todo en esta vida, hay un pero. Hay una contra. 
Falta algo. 

Dentro de la maravilla que es esta oportunidad, y la vida que llevo y de la gente que me rodea, hay un pero. 
Me falta algo primordial y básico para mi. 
El tener un grupo de "amigos" con los que poder salir, tomarme algo, charlar, que me llamen, que cuenten conmigo, que me apoyen. 


Bien es cierto que perdí la cuenta de los días que llevo aquí, como también lo es que nunca pierdo de vista el día que regreso a España. No es que me desesperé por volver, me conciencié de que es así y no será diferente porque patalee. 
Pero sé que mi estancia aquí tiene fecha de caducidad. Y que cuando expire, sé que alguien está detrás compartiendo los momentos que estoy viviendo, se que alguien está deseando que vuelva. No solo es una persona, sino varias. 
Son esas partes que si estuviesen aquí, nunca me movería de Suiza. 
Porque si lo hago, en gran medida, es porque no me apetece tenerlas hoy por hoy, tan lejos. 



Por cierto; el domingo me lancé a la aventura. Me fui a visitar Lausanne y su precioso lago que parece mar. Aunque parezca que hace 25º en la foto, para nada, hacía tan solo nueve. 





Nota mental: Necesito una cámara en condiciones. 









Días para los villancicos: 31
Días para fundirme en abrazos: 28  ^^ 

martes, 1 de noviembre de 2011

1 de noviembre

Hoy volví, después de cuatro días, a ponerme a doce mil metros de altitud. 
Lo que significa, que tras una visita relámpago a España, vuelvo a estar a unos mil trescientos kilómetros de distancia. 
Puedo patalear, gritar, echar a correr, llorar, que nada cambiará.  Aun haciendo todo eso, no podré hacer que las agujas del reloj viajen con más vida. Tengo que volver a esperar cincuenta y un días completos.


¡Estoy triste!
No sabéis cuánto.